Canadiense de orígenes mexicanos, nacida en Toronto pero acabada de moldear en Nashville, que ha sido comparada tanto con Loretta Lynn como con Dolly Parton. Pero más allá de evocar una reencarnación de sus heroínas del country -que realmente o parece; solo hay que escucharla-, Lindi Ortega gasta mucho presente: ha sido nominada dos veces en los Polaris Prize (2012 y 2013), tres en los Juno Awards (en 2012 en dos categorías y en 2014 en una) y cuatro por la Canadian Country Music Association (una en 2013 y tres en 2014, cuando ganó el premio a la “artista o grupo roots del año"). Demostraciones de que ha sabido mesurar lo quintaesencial de la música sureña estadounidense y además con sorprendente personalidad. Igual que ha tenido teloneros punk ella ha abierto para Social Distortion, lo que sumado a referencias a Albert Camus en sus letras, y a sus arrebatos de rockabilly y al tremendo magnetismo que luce en directo, con ese look tan de la viuda negra prematura, la aleja de la cosecha de trigo blanco del género. Lindi, como antes pasó con k.d. Lang, persigue la individualidad y esa es la imagen que lleva construyendo desde que empezó en su ciudad natal -donde estuvo casi una década trabajándose la escena underground, con dos LPs y un EP hasta 2008-, antes de saltar a Nashville. En total, si contamos su último disco, “Faded Gloryville", publicado en agosto, lleva seis álbumes y tres EPs